Día tras día, la comunidad científica y las asociaciones sonan la alarma. Las consecuencias de un calentamiento global de 1°C ya son muy reales. Lo notamos con el creciente número de crisis climáticas globales (sequías, inundaciones, olas de calor, tormentas, deshielo) y su impacto en la biosfera.
Estos acontecimientos naturales están sensibilizando a la población, pero a pesar de ello no se ven cambios ambiciosos como para invertir la tendencia.
Si no se adoptan medidas firmes, concretas e inmediatas para reducir las emisiones mundiales de dióxido de carbono, pronto no habrá vuelta atrás.
Para que se produzca un verdadero cambio, no podemos esperar simplemente a que los poderes públicos y las empresas tomen conciencia de la situación, sino que debemos reclamar la actuación conjunta de los distintos agentes y aplicar colectivamente soluciones actuando en varios ámbitos:
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Consumiendo menos y de mejor calidad, favoreciendo las alternativas sostenibles y éticas cuando existen.
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Desarrollando industrias con bajas emisiones de carbono y productos innovadores que respondan a los desafíos climáticos.
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Poniendo en marcha nuevas normativas e incentivos para promover la transición a una economía baja en carbono.
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Dejar de financiar los combustibles fósiles y las industrias contaminantes y dirigir los flujos de capital a las empresas de la nueva economía.